Siempre nos quedará Roma (VIII)


Me despedía el último día diciéndoos que no se me ocurría nada más que contar sobre el primer año en la Ciudad Eterna, pero tras darle vueltas, y antes de empezar con la “aventura”- u “Odisea”, llamadla como queráis- del segundo año me gustaría comentar una última cosa de la primera vez. Y no podía ser otra que aquella famosa tarde noche del Twister en la que una imagen vale más que mil palabras. Lo importante no es si jugamos todos o no, si ganamos o perdimos más o menos… Lo importante es que la gente vea esta foto que no fue censurada en ninguno de los momentos en los que hablé con los protagonistas de ella. Son Christian Maza y María Romero. ¡Gracias por la instantánea chicos!

Y después de este chascarrillo, que yo creo que no podía faltar, vamos a contar lo que todo el mundo intuye pero a ciencia cierta no todo el mundo lo sabe. Mi viaje del segundo año de Pamplona a Madrid y de Madrid a Roma. Y digo bien cuando digo “mi” y no “nuestro”, porque aunque parezca mentira el destino quiso que viajara solo a otro país distinto con otra lengua diferente. Y menos mal que había estado el año anterior, sino yo creo que no hubiera salido vivo. Si hubiera venido Amaia conmigo todo hubiera sido diferente, pero las cosas salieron como salieron…

Pues nada… Eran días de final de curso, de esos días en los cuales no sabes si quieres que te den las notas finales o no. Por un lado sí, para que el sufrimiento se acabe, pero por otro lado no, no sea que la angustia que tienes en los momentos anteriores a recibirlas, sea mayor una vez que te las dan. Una cosa así sentía por mi cuerpo esos días de la segunda quincena de junio.

Y en este momento tengo que dar las gracias a Rakel Mendioroz pero sobre todo a Klaudia Oyarzun, ya que me prestaron toda su ayuda para sacar adelante dos trabajos de una profesora de la UPNA (no viene al caso recordarla) en los que mi madre tuvo que ir a llevar los trabajos el día del examen, porque yo ya estaba en tierras extranjeras. Me fui sin saber si aprobaría aquellos trabajos y sin saber las notas de un par de exámenes. “A lo loco” como quien dice. Es por ello que tuve que sacar mi pasaje más tarde que mis compañeros (y alguna que otra “amega”), no me salió mucho más caro que a ellos, pero lo que viví… Uy (la virgen) lo que viví…

No me acuerdo de la hora en la que salí de casa, pero me parece que las calles pamplonesas aún no estaban puestas. Llegué a Noain con alguna que otra legaña en los ojos y para cuando me quise dar cuenta estaba ya en Madrid, en el Aeropuerto de Adolfo Suarez- Madrid- Barajas. Por aquel entonces el nombre no era tan largo, pero vamos a dar los nombres actuales para que nos situemos. Debía esperar la friolera de 7 horas a que el resto de los navarros (bueno, navarros… jajaja) que irían conmigo a Roma llegaran a Madrid para partir todos juntos a la capital italiana, pero previsiblemente faltaban aún 7 horas.

Parecían muchas, pero en comparativa con las que fueron me atrevería a decir que fueron pocas. Ipod para escuchar música, Ebook para leer alguno que otro libro, móvil para intercambiar algún que otro mensaje sobre las notas de Lengua Castellana que nos había puesto la actual Directora de Educación, Nekane Oroz, con Amaia Urabayen; Diario de Navarra, Diario de Noticias y Marca en la mochila para leer con detenimiento los tres periódicos incluida la letra pequeña, algún que otro sudoku que se intercalaban con algunos autodefinidos, y un bocadillo para comer ya que hasta por la noche no llegaríamos a Roma. Infeliz de mi… A las 19,00h salía el avión con destino a la Ciudad Eterna, y el de mis compañeros de Pamplona a Madrid a las 16,30h. Eran las 17,30h cuando un mensaje de la Mery llego a mi teléfono móvil. Decía lo siguiente: “Nuestro avión sale con retraso; no se si llegaremos. Koldo dice que si no llegamos te subas solo al avión”. Lo que pensé en este momento fue lo siguiente: “Estos cabr***s ya están en Madrid y me quieren gastar una broma” ¿Qué mejor ocasión que aquella para hacerlo? Pero al ver que a las 18,00h aún no estaban en Madrid cogí y les conteste con un “Sera broma, ¿no?”, entonces ya fue cuando me llamaron y me dijeron que no. Eran las 18,30h y había que empezar a embarcar y estaba más solo que la una.

Yo lo pasé mal, pero mi abuela y mi padre lo pasaron peor. Yo, que lo más lejos que había ido solo había sido- como quien dice- a por el pan, iba a hacer la locura- por aquel entonces- de viajar solo a Roma. Lo acababa de hacer de la capital navarra a Madrid, pero no iba a ser lo mismo. Total, que allí me fui, a la puerta H y al avión. Cierto es que estuve en todo momento en contacto con María y que les dije a las azafatas que esperaran a que llegarais, pero el mensaje de que habían tocado pista- di que sí Mery, poniendo en peligro el aterrizaje de tu avión mientras te mandabas mensajitos conmigo… jajajaja- me llegó justo cuando se cerraron las puertas del avión en el que me acababa de montar yo.

Me iba sólo a Roma, parecía broma, y tenía que apagar el móvil durante el vuelo. Fueron dos horas de incertidumbre, de releer las instrucciones en caso de emergencia- en el primer viaje de vuelta lo que Leti y yo nos reímos con ellas no está escrito-, de angustia y de pánico. Estuve a punto de hacerme un “Melendi”, pero al final, creo que conseguí dormirme algún momento hasta que llegamos. Lo primero que hice al llegar fue encender el móvil y como la gente va donde va Vicente, a la marabunta que seguí yo. Tenía unos 20 mensajes en el buzón. La mitad eran de María y la otra mitad de Koldo dándome precisas instrucciones de lo que debía hacer una vez que me bajara del avión. “Recto, pasillo derecho, escalera para arriba en la izquierda, para abajo a la derecha, a 100 metro izquierda ras, escaleras automáticas y/o rampa (había duda) y de frente saldrán las maletas”.

Si os digo la verdad, no le hice ni caso al mensaje. Me acoplé a una pareja de españoles y guiados por las carteles en inglés llegamos al mismo sitio que decía el mensaje.

Y como diríamos haciendo el chorra… No me lo puedo “de” creer. ¿Hemos llegado ya al final? Pues aún me quedan varías cosas de contar del viaje, porque no hemos echo más que aterrizar en Roma… Jajajaja.

Será- previsiblemente- a partir de septiembre, porque nos quedan solo tres programas más y la temática de estos ya está decidida. Os espero a todos a la vuelta para seguir contándoos historias, pero sobre todo os espero el viernes que viene para celebrar los 100 programas de Tras el valle de Aranaz.
 
¡Gracias y feliz fin de semana!

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